La ansiedad (del latín anxietas,
'angustia, aflicción') es una anticipación de un daño o desgracia futuros, que
se acompaña de un sentimiento desagradable y/o de síntomas somáticos de
tensión. El objetivo del daño anticipado puede ser interno o externo. Se trata
de una señal de alerta que advierte sobre un peligro inminente y permite a la
persona que adopte las medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza.1
La ansiedad es una
sensación o un estado emocional normal ante determinadas situaciones y
constituye una respuesta habitual a diferentes situaciones cotidianas
estresantes. Por lo tanto, cierto grado de ansiedad es incluso deseable para el
manejo normal de las exigencias del día a día. Únicamente cuando sobrepasa
cierta intensidad o supera la capacidad adaptativa de la persona es cuando la
ansiedad se convierte en patológica, provocando un malestar significativo, con
síntomas físicos, psicológicos y conductuales, la mayoría de las veces muy
inespecíficos.1
Una amplia gama de
enfermedades médicas puede producir síntomas de ansiedad. Para aclarar si estos
son la consecuencia fisiológica directa de una enfermedad médica, se evalúan
los datos de la historia clínica, la exploración física, las pruebas de
laboratorio y los estudios complementarios, necesarios en función de la
sintomatología que presente el paciente
La ansiedad tiene
una función muy importante relacionada con la supervivencia,
junto con el miedo,
la ira,
la tristeza o
la felicidad.
Para preservar su integridad física ante amenazas, el ser humano ha tenido que
poner en marcha respuestas eficaces y adaptativas durante millones de años: la reacción de lucha o huida.2
Ante una situación
de alerta, el organismo pone a funcionar el sistema adrenérgico. Por ejemplo, cuando
el organismo considera necesario alimentarse, este
sistema entra en funcionamiento y libera señales de alerta a todo el sistema nervioso central. Cuando se
detecta una fuente de alimento para la cual se requiere actividad física, se
disparan los mecanismos que liberan adrenalina,
y se fuerza a todo el organismo a aportar energías de reserva para la
consecución de una fuente energética muy superior a la que se está invirtiendo
para conseguirla y que normalizará los valores que han disparado esa
"alerta amarilla". En esos momentos el organismo, gracias a la
adrenalina, pasa a un estado de "alerta roja".
El sistema dopaminérgico también se activa
cuando el organismo considera que va a perder un bien preciado. En esta
situación, el organismo entra en alerta amarilla ante la posibilidad de la
existencia de una amenaza, que no es lo mismo que cuando la amenaza pasa a ser
real, pues en ese caso lo que se libera es adrenalina.
Desde este punto de
vista, la ansiedad se considera una señal positiva, de salud, que ayuda en la vida cotidiana,
siempre que sea una reacción frente a determinadas situaciones que tengan su
cadena de sucesos de forma correlativa: alerta amarilla, alerta roja y
consecución del objetivo. Si la cadena se rompe en algún momento y esas
situaciones se presentan con ansiedad, entonces el organismo corre el riesgo de intoxicarse por dopaminas o
por otras
tle="Catecolaminas">catecolaminas. Esas situaciones ayudan al organismo a resolver
peligros o problemas puntuales de la vida cotidiana.
En las sociedades
avanzadas modernas, esta característica innata del hombre se ha desarrollado de
forma patológica y conforma, en algunos casos, cuadros sintomáticos que
constituyen los denominados trastornos de ansiedad, que tiene consecuencias
negativas y muy desagradables para quienes lo padecen. Entre los trastornos de
ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, la agorafobia,
el trastorno por estrés postraumático,
el trastorno de ansiedad generalizada,
eltrastorno de ansiedad social, etc. El miedo escénico es
una forma de ansiedad social, que se manifiesta frente a grupos y ante la
inminencia de tener que expresarse en público o por efecto de imaginar dicha
acción. En el caso del trastorno de ansiedad generalizada,
la ansiedad patológica se vive como una sensación difusa de angustia o miedo y
deseo de huir, sin que quien lo sufre pueda identificar claramente el peligro o
la causa de este sentimiento. Esta ansiedad patológica es resultado de los
problemas de diversos tipos a los que se enfrenta la persona en su vida
cotidiana, y sobre todo de sus ideas interiorizadas acerca de sus problemas.
No se conocen
totalmente las causas de los trastornos de ansiedad, pero se sabe que la
interacción de múltiples determinantes favorece su aparición. Se conoce la
implicación tanto de factores biológicos como ambientales y psico-sociales.
Además, es muy común la comorbilidad con otros trastornos mentales, como los trastornos del estado de ánimo.1
Entre los factores
biológicos, se han encontrado alteraciones en los sistemas neurobiológicos gabaérgicos y serotoninérgicos;
anomalías estructurales en el sistema límbico(córtex
paralímbico), que es una de las regiones más afectadas del cerebro; ciertas
alteraciones físicas; una mayor frecuencia de uso y/o retirada de medicinas,
alcohol, drogas y/o sedantes y otras sustancias; y cierta predisposición genética.1
Entre los factores
ambientales, se ha encontrado la influencia de ciertos estresores ambientales,
una mayor hipersensibilidad y una respuesta aprendida. Los factores
psicosociales de riesgo son las situaciones de estrés,
las experiencias que amenazan la vida, el ambiente familiar y las
preocupaciones excesivas por asuntos cotidianos. Determinadas características
de la personalidad pueden ser factores predisponente
El
diagnóstico médico se basa en tres pilares: Historia clínica, exploración del paciente y
pruebas complementarias.
Historia clínica
Es
importante conocer los siguientes datos, que nos ayudarán a reconocer el tipo
de cefalea y su etiología:
·
Sexo, edad, hábitos, profesión, antecedentes personales y
familiares. También la edad de inicio de la cefalea, su evolución y
periodicidad.
·
Presencia o ausencia de pródromos,
características del dolor, duración,
frecuencia y localización.
·
Síntomas acompañantes, como náuseas, vómitos o fiebre.
·
Respuesta al tratamiento.
Exploración física general y neurológica
La
exploración orienta al profesional sanitaria sobre el tipo de cefalea que
presenta el paciente. Dependiendo de los síntomas acompañantes, el tipo de
dolor, la edad y los antecedentes pueden ser necesarias diferentes tipos de
exploraciones, se citan algunas de las que se emplean más habitualmente:
·
Toma de tensión arterial para comprobar si existe hipertensión arterial.
·
Signos meníngeos que pueden ser positivos en caso de meningitis.
·
Fondo de ojo que
permite determinar si existe hipertensión endocraneal.
·
Exploración de senos
paranasales si se
sospecha sinusitis.
·
Exploración de la arteria temporal para comprobar si existe arteritis de la temporal.
·
Exploración neurológica, en busca de hemiparesia, ataxia,
disminución del campo visual u otras alteraciones motoras y
sensitivas.
Exámenes complementarios
El
médico puede recomendar la realización de diferentes pruebas complementarias en
casos seleccionados, en muchas ocasiones los datos principales provienen del
interrogatorio y de las características localización e intensidad del dolor. Es
usual la solicitud de estudios analíticos, entre ellos el hemograma,
la VSG y la PCR.
También
pueden solicitarse radiografías de cráneo y columna cervical si se
sospecha sinusitis o lesiones óseas y tomografía axial computarizada (TAC) o resonancia magnética nuclear (RMN) para estudiar con detalle el
tejido cerebral y detectar estructuras anómalas como tumores cerebrales.
Los siguientes
signos o síntomas pueden ser indicativos de procesos agudos o de mayor
gravedad, por lo que obligan a un estudio más exhaustivo y específico:7
1. Inicio brusco con
dolor de gran intensidad, o bien durante el ejercicio, especialmente si la
cefalea es de nueva aparición y muy intensa. Podría ser sugestivo de una hemorragia
subaracnoidea.
2. Curso progresivo,
es decir aumento gradual en el transcurso de días o semanas. Puede indicar el
crecimiento de una lesión ocupante de espacio, como un tumor cerebral.
3. Inicio en la edad
media de la vida, sobre todo si es de carácter progresivo.
4. Cefalea acompañada
por alteraciones del nivel de conciencia, signos meníngeos, convulsiones u otros signos neurológicos
que hagan sospechar la existencia de un proceso grave.
Tramiento
El tratamiento
varía ampliamente según la causa y el tipo de cefalea. Las mejores opciones
para tratar las cefaleas más comunes son los analgésicos como el paracetamol y los agentes antiinflamatorios
no esteroideos (AINEs) como la aspirina, el ibuprofeno y el naproxeno. Sin embargo es preciso tener en
cuenta que estos fármacos no están exentos de efectos secundarios que en
ocasiones son graves. Además el abuso de los mismos puede en determinadas
circunstancias agravar el problema. Pueden utilizarse en casos de dolor de cabeza
leve o moderado que ocurra ocasionalmente. En caso de cefalea intensa,
frecuente o con alguno de los síntomas de alarma, debe consultarse siempre con
el médico y evitar la automedicación
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