INTRODUCCIÓN
La cocaína se extrae de las hojas de coca,
inicialmente, como una pasta o base de coca, que corresponde al sulfato de
cocaína. En laboratorios clandestinos se transforma en clorhidrato de cocaína
(sal de la cocaína formada con ácido clorhídrico), que es un polvo blanco y
cristalino (la forma más frecuente de presentación). Desde su origen hasta el
consumidor, la cocaína se adultera con numerosas sustancias. Las más comunes
son los azúcares (manitol, inositol, lactosa y glucosa) y los anestésicos
locales (novocaína, lidocaína y tetracaína); la pureza varía desde el 10 hasta
el 95%. La cocaína en polvo es conocida popularmente como nieve, coca, perico o
farlopa. E l crack es una forma más económica de cocaína (cocaína
base), que se presenta de forma cristalizada en pequeñas piezas (rocks) de unos 100 mg. Se prepara mezclándola con alguna sustancia alcalina
(amoníaco, hidróxido de sodio o bicarbonato sódico), soda y agua; su nombre
proviene del crujido que hacen los cristales cuando son calentados. En algunas
zonas de España al crack se le conoce como «boliches». La cocaína puede
administrarse por diferentes vías: intranasal (clorhidrato de cocaína), intravenosa
(clorhidrato de cocaína, en ocasiones unida a heroína) o inhalatoria (crack). Si bien los efectos fisiológicos y psicoactivos de la cocaína
son similares, independientemente del tipo y la vía utilizada, existe más
dependencia y mayores complicaciones cuando la cocaína es inhalada (fumada) o administrada
por vía intravenosa. También se han descrito muertes súbitas en pacientes que transportaban
la droga, con fines ilícitos, en paquetes o preservativos que contenían polvo
de cocaína o viales de crack, que habían ingerido o introducido en cavidades,
como el recto o la vagina (body packer), o que por miedo a ser descubiertos por la
policía habían deglutido las papelinas (body stuffer). La cocaína es
metabolizada en el hígado y eliminada por la orina, donde se detecta durante
las 24–36 h siguientes a su administración. La vida media es de 1 h, y alcanza
el máximo efecto a los 3–5 min cuando es inhalada o administrada por vía
intravenosa, y a los 10–20 min cuando se administra por vía intranasal. El
rango de toxicidad de la cocaína varía ampliamente según la idiosincrasia individual.
Así, la dosis letal oral es de 1.200 mg, pero se han descrito muertes con dosis
tan pequeñas como 20 mg administrados por vía intravenosa. En España, la
cocaína representa el 20% de las intoxicaciones agudas por drogas de abuso.
CLÍNICA
Las manifestaciones clínicas de la intoxicación aguda por cocaína
derivan de sus efectos simpaticomiméticos y se caracterizan por: euforia,
disminución de la fatiga, sensación de gran fortaleza física y mental,
midriasis, hipertermia, agitación, coma, crisis convulsivas, hemorragia cerebral,
accidente cerebrovascular (ACV) isquémico, hipertensión arterial, arritmias,
infarto agudo de miocardio, coagulación intravascular diseminada y
rabdomiólisis. Puede producir muerte súbita por colapso cardiovascular o fallo
respiratorio. El dolor torácico es el motivo de consulta cardiovascular urgente
más frecuente, y en estos pacientes se debe tener una alta sospecha de
cardiopatía isquémica, aunque sean jóvenes y sin otros factores de riesgo
asociados. Cuando la cocaína y el alcohol se toman conjuntamente, la cocaína es
parcialmente convertida a etilcocaína, metabolito mucho más potente, lo que
explica la mayor morbimortalidad de la intoxicación aguda por ambos tóxicos. La
necrosis del tabique nasal es un signo de consumidores habituales de cocaína
inhalada, y las quemaduras o zonas hiperqueratósicas en la zona distal volar de
los pulgares, de los consumidores de crack. Esta intoxicación debe
sospecharse en pacientes generalmente jóvenes (20–40 años), con un cuadro de
ansiedad y agitación psicomotriz, taquicardia, midriasis, sudoración profusa,
hipertensión arterial, dolor torácico, crisis convulsivas o ACV isquémico o
hemorrágico.
EXPLORACIONES COMPLEMENTARIAS
En la consulta de urgencias debe realizarse: Determinación rápida
en orina mediante dispositivo tipo TRIAGE®, que determina el principal metabolito, la
benzoilecgonina. Se detecta hasta 24–48 h después del consumo. Tira reactiva de
orina si se sospecha mioglobinuria. Si es positiva para sangre, se solicita sedimento
urinario para detectar la presencia de hematíes, o cuantificación de mioglobina
si esta técnica está disponible. Hematimetría con fórmula y recuento
leucocitarios. Bioquímica sanguínea que incluya glucosa, urea, creatinina, iones,
creatincinasa (CK), CK-MB y troponina I. Estudio de coagulación, si hay
hipertermia, rabdomiólisis, crisis convulsivas o agitación psicomotriz. Gasometría
arterial, si hay distrés respiratorio o shock. Si existe acidosis metabólica,
debe solicitarse lactato plasmático. Radiografía simple de abdomen, o
tomografía computarizada abdominal, si las manifestaciones clínicas son
persistentes, hay dolor abdominal que sugiera obstrucción intestinal u otra
complicación, por la presencia de cuerpos extraños tóxicos en el tubo digestivo
(sospecha de body-packer). Electrocardiograma de 12 derivaciones para
detectar complicaciones cardíacas, tipificar la taquiarritmia y valorar la
presencia de complejo QRS ancho. Radiografía de tórax si hay dolor torácico o
posibles complicaciones torácicas, como neumotórax, neumomediastino, pulmón de crack (infiltrados bilaterales con eosinofilia) y edema agudo de pulmón.
Tomografía computarizada craneal, si aparece status convulsivo, alteración
persistente del estado de conciencia o focalidad neurológica que haga sospechar
complicaciones cerebrales, como ACV isquémico o hemorrágico o hemorragia
subaracnoidea.
CRITERIOS DE INGRESO
Todos los pacientes que presenten síntomas de
intoxicación por cocaína requieren ingreso hospitalario, dependiendo su
ubicación de la gravedad del cuadro clínico. Así, los que manifiestan sintomatología
leve o moderada, deben ingresar en el área de observación del servicio de
urgencias, mientras que los que presentan complicaciones cardiovasculares o
neurológicas, deben ingresar en una unidad de cuidados intensivos.
TRATAMIENTO
Medidas generales Como
siempre, si es necesario, deben establecerse las medidas de reanimación, con la
prioridad A (vía aérea), B (ventilación) y C (circulación). La contención física,
si es necesaria para el control de la agitación, debe acompañarse siempre de sedación
farmacológica, ya que de lo contrario existe un elevado riesgo para la vida del
paciente al favorecer el desarrollo de hipertermia, rabdomiólisis y arritmias,
que pueden provocar, incluso, muerte súbita. Es preferible utilizar cintas de
sujeción a chalecos que impidan la transpiración. Oxigenoterapia, mediante
mascarilla tipo Venturi (Ventimask®) al 50%. Canalización de una vía venosa
periférica, preferiblemente con Drum, para la medición de la presión venosa
central, con periodicidad horaria. Cuando la cocaína se introduce por vía
digestiva, como es el caso de los transportadores intestinales, se realiza
lavado gástrico y se administra carbón activado (Carbón Ultra Adsorbente Lainco®, frascos con 25 y 50 g en polvo). Una vez haya actuado el carbón
activado, no simultáneamente porque se inutiliza su efecto, se realiza una
irrigación intestinal total con polietilenglicol (Evacuante Bohm®, sobres con 15 g), en
dosis de 2 l/h en el adulto y 40 ml/kg/h en niños, con una concentración de un
sobre del preparado comercial por cada 250 ml de agua. Esta irrigación se
mantiene hasta que el líquido rectal salga claro. La diuresis ácida y la
hemodiálisis son ineficaces. Control horario de la presión arterial, la
diuresis y la temperatura. Tratamiento
sintomáticode las complicaciones Crisis de ansiedad, agitación y/o psicosis La crisis de ansiedad y la agitación se tratan con
benzodiacepinas, como midazolam o lorazepam. El midazolam (Dormicum®, ampollas de 5 ml con 5 mg; Midazolam Normon®,
ampollas de 3 ml con 15 mg) se administra por vía intramuscular, en dosis de
0,2 mg/kg (una ampolla de 15 mg, aproximadamente). Si se requiere un efecto más
rápido, se utiliza la vía intravenosa, en dosis de 0,1 mg/kg, como se ha
expuesto en el capítulo 60. El lorazepam (Orfidal Wyeth®, comprimidos de 1 mg; Placinoral®, comprimidos de 2 mg Idalprem®, comprimidos de 1 y 5
mg) se administra en dosis de 1–2 mg/4 h, por vía oral o sublingual. Para el tratamiento
de la psicosis tóxica, los neurolépticos, como haloperidol, droperidol o clorpromazina,
deben evitarse porque su efecto anticolinérgico puede dificultar el
enfriamiento al impedir la sudoración. Pueden utilizarse neurolépticos
atípicos, como olanzapina (Zyprexa®, viales con 10 mg; Zyprexa velotab®,
comprimidos bucodispersables de 5 y 10 mg), en dosis inicial de 10 mg, por vía
intramuscular u oral, que puede repetirse a las 2 h, en dosis de 5–10 mg por la
misma vía (máximo, 20 mg/24 h); o risperidona (Risperdal®, comprimidos de 1, 3 y 6
mg), en dosis inicial de 0,5 a1 mg/12 h, por vía oral. Crisis convulsivas El tratamiento de elección (v. cap. 59) es
el midazolam (Dormicum®, ampollas de 5 ml con 5 mg; Midazolam Normon®, ampollas de 3 ml con 15 mg). Se administra por vía intravenosa
en una dosis inicial de 0,1 mg/kg, para lo cual se diluye una ampolla de la
presentación comercial de 15 mg en 12 ml de suero fisiológico (1 ml contiene 1
mg), y se perfunden 7 ml para un paciente de 70 kg. Si se elige la presentación
comercial de 5 ml con 5 mg, se administran 7 ml sin necesidad de dilución. Si
es necesario, puede repetirse la dosis, sin sobrepasar la dosis total de 0,4
mg/kg de peso. Cuando no sea posible el abordaje intravenoso, se administra por
vía intramuscular, en dosis de 0,2 mg/kg (una ampolla de 15 mg,
aproximadamente). Otras alternativas, como diazepam, valproato, difenilhidantoína
y lidocaína, se detallan en el capítulo 59. Si se desarrolla un status convulsivo
debe sospecharse body-packer. Accidente cerebrovascular isquémico o hemorrágico En esta intoxicación, el ACV isquémico se produce
por vasoespasmo intenso o por trombosis. El uso de fibrinolíticos no está
indicado debido al elevado riesgo de sangrado. Pueden utilizarse antiagregantes
plaquetarios y vasodilatadores (v. cap.
61). El ictus hemorrágico se trata según se describe
en dicho capítulo. Síndrome coronario agudo
Se trata con benzodiacepinas como agentes de
primera línea, nitroglicerina sublingual o intravenosa, analgésicos narcóticos,
antiagregantes, etc., teniendo en cuenta que los bloqueadores beta deben evitarse
en esta situación (v. cap. 24). La fentolamina (Regitine®, ampollas con
10 mg/ml) en dosis de 1 mg (0,1 ml) por vía intravenosa lenta, que puede
repetirse si es necesario a los 5 min, es un vasodilatador coronario eficaz en
esta intoxicación. En general, no se recomienda la fibrinólisis ante el elevado
riesgo de sangrado, excepto cuando se trate de un infarto agudo de miocardio,
si la angioplastia percutánea no está disponible. Hipertensión arterial La hipertensión arterial leve o moderada responde frecuentemente a
la administración de benzodiacepinas, como se ha descrito en el tratamiento de
la agitación. Los bloqueadores beta están contraindicados en esta intoxicación.
La hipertensión arterial grave responde a la administración de fentolamina (Regitine®,
ampollas con 10 mg/ml), un bloqueador alfa puro, en dosis de 1 mg (0,1 ml), por
vía intravenosa, que puede repetirse a los 5 min, si es necesario; o
nitroglicerina (Solinitrina®, ampollas de 5 ml con 5 mg; Solinitrina
fuerte®, ampollas de 10 ml con 50 mg) en dosis inicial de 20 μg/min por vía
intravenosa, para lo cual se diluyen 15 mg (tres ampollas de 5 ml o 3 ml de la
presentación comercial de 50 mg) en 250 ml de suero glucosado al 5% y se
perfunde a una velocidad de 7 gotas/min (21 ml/h). Otra alternativa es el
nitroprusiato (Nitroprussiat Fides®, viales con 50 mg) en dosis inicial
de 1 μg/kg/min, por vía intravenosa, para lo que se diluye una ampolla (50 mg)
del preparado comercial de esta sustancia en 250 ml de suero glucosado al 5%, y
se perfunde a una velocidad de 7 gotas/min (21 ml/h), para un paciente de 70 kg
de peso. Esta dosis puede incrementarse, si es necesario, hasta 3 μg/kg/min (21
gotas/min; 63 ml/h). La solución obtenida debe protegerse de la luz. La
administración de este fármaco requiere monitorización electrocardiográfica
continua. El labetalol, un bloqueador alfa y beta, pero con mayor efecto beta,
puede empeorar la hipertensión y la taquicardia, por lo que en la actualidad no
se recomienda. Hipotensión arterial Requiere perfusión de suero fisiológico (v. cap. 16) y,
si es necesario, perfusión de noradrenalina (Noradrenalina Braun®,
ampollas de 10 ml con 10 mg), en dosis de 0,05–0,5 μg/kg/min, sin diluir, lo
que equivale, para un paciente de 70 kg, a 0,2–2,1 ml/h de la presentación
comercial de esta sustancia (tabla 122.1). Los expansores plasmáticos deben evitarse
debido al riesgo de edema agudo de pulmón y su interferencia con los mecanismos
de la coagulación.
Perfusión intravenosa de noradrenalina
Si la hipotensión se acompaña de ensanchamiento del complejo QRS,
debe asociarse una perfusión intravenosa de bicarbonato sódico 1 M, en dosis de
1–2 ml/kg, que puede repetirse, si es necesario, controlando que el pH
plasmático no supere los valores de 7,55.
Arritmias Se tratan como se describe
en los capítulos respectivos, recordando que los bloqueadores beta están
contraindicados. Las arritmias supraventriculares se controlan con
benzodiacepinas, aunque si no lo consiguen, puede utilizarse un antagonista del
calcio, como verapamilo o diltiazem. La cardioversión eléctrica y la adenosina
no son útiles dado su breve efecto de acción, por lo que la taquiarritmia suele
recidivar mientras persistan los efectos del tóxico. Las taquiarritmias
ventriculares se tratan con lidocaína y bicarbonato sódico. La lidocaína es de primera
elección cuando la taquiarritmia ventricular se debe a isquemia miocárdica
inducida por cocaína (v. cap. 20). En el resto de los casos debe administrarse en
primer lugar bicarbonato sódico 1 M, en dosis de 1–2 ml/kg, en bolo
intravenoso.
Rabdomiólisis Es un
marcador de gravedad en esta intoxicación. El tratamiento se basa en: Administración
de soluciones cristaloides, como suero glucosalino a razón de 4.000 ml/24 h, ajustando
el ritmo de perfusión para obtener una diuresis de, por lo menos, 2–3 ml/kg/h. Bicarbonato
sódico 1 M, a una velocidad de perfusión de 14 gotas/min (42 ml/h), ajustando
el ritmo para mantener el pH urinario superior a 7,5. Furosemida (Seguril®,
ampollas con 20 mg), en dosis inicial de 60 mg (tres ampollas), seguidos de 20
mg (una ampolla) cada 6 h, por vía intravenosa.
Hipertermia
Es una grave complicación de esta intoxicación, que aparece como
consecuencia de la agitación, el temblor, la hipertonía, las crisis convulsivas
y la contención física no acompañada de sedación farmacológica. La intensa
vasoconstricción cutánea impide la eliminación del calor corporal, favoreciendo
la hipertermia. El tratamiento consiste en altas dosis de benzodiacepinas
(comentadas anteriormente) y medidas de enfriamiento, tanto externas como
internas. Puede ser necesaria la relajación muscular anestésica, la intubacion
endotraqueal y la ventilación mecánica para el control de la hipertermia. Para
la relajación muscular no debe utilizarse succinilcolina, sino rocuronio o
vecuronio. Los antitérmicos son ineficaces y el uso de dantrolene no está
indicado.
Medidas específicas
La cocaína carece de antídoto, por lo que las
medidas generales y el tratamiento sintomático descrito constituyen la base del
tratamiento. En caso de ingestión de paquetes de cocaína, la extracción endoscópica
es desaconsejable, ya que la manipulación puede ocasionar la rotura y la
absorción brusca de la droga, con desenlace fatal. En cuanto al tratamiento
quirúrgico, en la actualidad debe demorarse, y sólo está indicado ante la
aparición de sintomatología adrenérgica grave o cuando existan signos y síntomas
de obstrucción intestinal por los paquetes, para evitar el deterioro del
envoltorio, la rotura del paquete y la absorción masiva de la droga.
Bibliografía recomendada
Albertson TE, Chan A,
Tharratt RS. Cocaine. In: Shannon MW, Borrow SW, Burns MJ, editors. Haddad
and Winchester’s. Clinical management of poisoning and drug overdose. 4.ª
ed. Filadelfia: WB Saunders Company;; 2007:755-772. Dhawan SS, Wang BWE.
Four-Extremity Gangrene Associated With Crack Cocaine Abuse. Ann Emerg Med.
2007;49:186-189. Harris CR. Drogas. In:
Harris CR, editor. Manual de toxicología para médicos. Madrid: Elsevier-Masson;
2008:76-117. Levis JT, Garmel GM. Cocaine-Associated Chest Pain. Emerg Med
Clin North Am. 2005;23:1083-1103. Rao RB, Hoffman RS. Cocaine and other
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Emergency Medicine. Concepts and clinical practice. 6.ª ed. Filadelfia:
Mosby Elsevier; 2006:2386-2394.__
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