TOXOPLASMOSIS
BASES PARA EL DIAGNOSTICO
Infección
confirmada por aislamiento de Toxoplasma gondii o identificación de
taquizoítos en tejido o líquidos corporales. Infección primaria _ Fiebre, malestar, cefalea,
irritación faríngea. _ Linfadenopatía. _ Pruebas serológicas de IgG e IgM positivas. Infección congénita _ Sigue a la infección aguda de
mujeres seronegativas y causa alteraciones del sistema nervioso central y
retinocoroiditis. Infección en personas con inmunodepresión _ La reactivación produce
encefalitis, retinocoroiditis, neumonitis y miocarditis. _ Pruebas serológicas positivas
para IgG, pero negativas para IgM.
Generalidades
Toxoplasma
gondii, un protozoario intracelular obligado, se
encuentra en seres humanos y muchas especies de mamíferos y aves. Los
hospedadores definitivos son los felinos. Las personas se infectan después de
la ingestión de quistes en carne cruda o apenas cocida; tras la ingestión de
ooquistes en alimentos o agua contaminada por gatos; por transmisión
transplacentaria de trofozoítos o, raras veces, por inoculación directa de
trofozoítos por transfusión sanguínea o trasplante de órganos. La prevalencia serológica
de Toxoplasma es muy variable. En Estados Unidos ha disminuido hasta
cerca de 20 a 30%, pero es mucho más elevada en otros países, tanto en
desarrollo como en los industrializados, donde puede ser incluso >80%. _
Manifestaciones
clínicas A. Signos y síntomas
Las
manifestaciones clínicas de la toxoplasmosis pueden agruparse en cuatro
síndromes. 1. Infección primaria en la persona con buena respuesta inmunitaria.
Después de la ingestión, la infección por T. gondii progresa del
tubo digestivo a los linfáticos y luego se disemina. Casi todas las infecciones
agudas son asintomáticas. Entre 10 y 20% presenta síntomas después de un
periodo de incubación de una a dos semanas. Las infecciones agudas en personas
con buena respuesta inmunitaria casi siempre se presentan como enfermedad febril
leve parecida a la mononucleosis infecciosa. La linfadenopatía cervical o
difusa no dolorosa puede persistir por semanas a meses. Las manifestaciones
sistémicas incluyen fiebre, malestar, cefalea, irritación faríngea, exantema,
mialgias, hepatoesplenomegalia y linfocitosis atípica. Las manifestaciones
inusuales corresponden a neumonitis, meningoencefalitis, hepatitis,
miocarditis, polimiositis y retinocoroiditis. Los síntomas pueden ser fluctuantes,
pero la mayoría de los pacientes se recupera de forma espontánea después de
unos cuantos meses, en el peor de los casos.
2. Infección
congénita.
La transmisión
congénita ocurre como resultado de la infección, sintomática o asintomática,
durante el embarazo en una mujer no inmune. La infección fetal se genera después
de la materna en 30 a 50% de los casos, pero el riesgo varía de acuerdo con el
trimestre: 10 a 25% en el primero, 30 a 50% durante el segundo y 60% o más en
el tercero. En Estados Unidos se calcula que ocurren 400 a 4 000 infecciones
congénitas cada año. En tanto que se incrementa el riesgo de infección fetal, el
riesgo de enfermedad fetal grave disminuye conforme avanza el embarazo. Las
infecciones fetales tempranas causan a menudo aborto espontáneo, óbitos o
enfermedad neonatal grave que incluye manifestaciones neurológicas. La
afectación neurológica comprende convulsiones, retraso psicomotor, sordera e
hidrocefalia. Puede haber retinocoroiditis y otras lesiones oculares que ponen
en riesgo la visión. Las manifestaciones sistémicas incluyen fiebre o
hipotermia, ictericia, vómito, diarrea, hepatoesplenomegalia, neumonitis,
miocarditis y exantema. Es menos frecuente que las infecciones en el embarazo
avanzado produzcan problemas fetales mayores. Casi todos los lactantes parecen
normales al nacer, pero es probable que tengan anomalías sutiles que progresen a
signos y síntomas de toxoplasmosis congénita más tarde. La hepatoesplenomegalia
y la linfadenopatía pueden surgir en los primeros meses de edad; muchas veces,
la enfermedad ocular y del SNC aparece más tarde. La manifestación tardía más
frecuente de la toxoplasmosis congénita es la retinocoroiditis.
3.
Retinocoroiditis.
Esta
manifestación de la toxoplasmosis congénita se presenta semanas a años después
de la infección congénita, con frecuencia en adolescentes o adultos jóvenes. La
retinocoroiditis también aparece en personas que adquieren la infección a
edades tempranas; es más frecuente que estos sujetos presenten enfermedad
unilateral. También se observa uveítis. La enfermedad se manifiesta por dolor,
fotofobia y cambios visuales, casi siempre sin síntomas sistémicos. Al final,
los signos y los síntomas mejoran, pero es probable que las anomalías visuales
persistan. Raras veces la progresión lleva al glaucoma y la ceguera.
4. Enfermedad
reactivada en individuos con inmunodepresión.
La toxoplasmosis
reactivada se presenta en individuos con sida, cáncer o que reciben fármacos
inmunodepresores. En enfermos con sida avanzado, la manifestación más frecuente
es la encefalitis, con múltiples lesiones cerebrales necrosantes. Por lo
regular, la encefalitis se presenta de forma subaguda, con fiebre, cefalea,
alteración del estado mental, manifestaciones neurológicas focales y más evidencia
de lesiones cerebrales. Las manifestaciones menos habituales de toxoplasmosis
en personas con sida son la coriorretinitis y la neumonitis.
La coriorretinitis se manifiesta por dolor
ocular y alteraciones visuales. La neumonitis se presenta con fiebre, tos y
disnea. La toxoplasmosis puede surgir en receptores seronegativos de
trasplantes de órganos o médula ósea por la reactivación o la transmisión de la
enfermedad. También se produce la reactivación en sujetos con neoplasias malignas
hematológicas o que reciben tratamiento con inmunodepresores. La toxoplasmosis
es similar a la de personas con sida, pero con la inmunodeficiencia consecutiva
a la neoplasia maligna o los fármacos inmunodepresores son más frecuentes la
neumonitis y la miocarditis. La toxoplasmosis generalizada en individuos con
inmunodepresión puede afectar otros sistemas orgánicos con menor frecuencia.
B. Pruebas
diagnósticas
1. Identificación
de parásitos.
Los
microorganismos pueden observarse en tejidos o líquidos corporales, aunque son
difíciles de detectar; las técnicas de tinción especiales facilitan la
identificación. La demostración de los taquizoítos significa infección aguda;
los quistes expresan enfermedad aguda o crónica. En caso de linfadenopatía por
toxoplasmosis, el análisis de los ganglios linfáticos casi nunca revela
microorganismos. La identificación de los parásitos también puede efectuarse
por inoculación en tejido para cultivo o en ratones.
Es posible usar la PCR para la identificación
sensible de los microorganismos en líquido amniótico, sangre, líquido
cefalorraquídeo, humor acuoso y líquido de lavado broncoalveolar. 2.
Diagnóstico serológico. Se utilizan múltiples métodos serológicos, como la
prueba de pigmento de Sabin-Feldman, enzimoinmunoanálisis de adsorción (ELISA, enzyme-linked
immunosorbent assay), prueba de anticuerpos fluorescentes indirectos y pruebas
de aglutinación. Se identifican anticuerpos IgG una a dos semanas después de la
infección y casi siempre persisten toda la vida. Los anticuerpos IgM alcanzan
su concentración máxima antes que los IgG y decrecen con mayor rapidez, aunque
pueden persistir por años. En las personas con inmunodepresión en las que se
sospecha reactivación, un análisis positivo para IgG indica infección distante
y, por tanto, la posibilidad de reactivación de la enfermedad; un resultado
negativo para IgG es un argumento importante contra la toxoplasmosis por
reactivación. Con la reactivación en pacientes inmunodeprimidos, las pruebas de
IgM casi siempre son negativas.
3. Durante el
embarazo y en el recién nacido.
La conversión de
una prueba serológica negativa en positiva o el incremento de los títulos
sugieren infección aguda, pero estas pruebas no se llevan a cabo de manera
habitual durante el embarazo. Cuando se efectúa la detección en embarazadas,
los resultados negativos en análisis de IgG e IgM descartan la infección
activa, pero hacen patente el riesgo de infección durante el embarazo. El
patrón de IgG positiva con IgM negativa es muy indicador de infección crónica,
sin riesgo de enfermedad congénita a menos que la madre sufra alteración
inmunitaria grave. La prueba de IgM positiva es signo de infección nueva, con
riesgo de enfermedad congénita. Deben solicitarse pruebas confirmatorias antes
de considerar el tratamiento o la posible terminación del embarazo por las
limitaciones de las pruebas disponibles. La prueba de la avidez de anticuerpos
contra IgG puede ser útil, pero se requiere una batería de pruebas para
confirmar la infección aguda en el embarazo. Cuando se sospecha enfermedad
aguda durante la gestación, la reacción en cadena de la polimerasa del líquido
amniótico ofrece una valoración sensible de la enfermedad congénita; lo ideal
es realizar esta prueba a las 18 semanas de gestación. En recién nacidos, las
pruebas positivas para IgM o IgA indican infección congénita, aunque el
diagnóstico no se descarta con un resultado negativo. Algunas veces, los
análisis positivos para IgG representan transferencia de anticuerpos maternos
sin infección en el lactante. Los microorganismos pueden identificarse por PCR,
frotis o cultivo de sangre, líquido cefalorraquídeo o tejido.
4. En individuos
con buena respuesta inmunitaria.
Las personas con
un síndrome clínico sospechoso deben ser objeto de prueba de anticuerpos IgG e
IgM. La seroconversión, un aumento de 16 veces del título de anticuerpos o una
concentración de IgM >1:64 indican infección aguda, aunque son posibles los
resultados positivos falsos. La infección aguda también puede diagnosticarse con
la presencia de taquizoítos en el tejido, cultivo de microorganismos o PCR de
sangre u otros líquidos corporales. El estudio histológico de los ganglios
linfáticos muestra morfología característica, con o sin microorganismos.
5. En individuos
inmunodeprimidos.
Un cuadro
clínico congruente con encefalitis toxoplásmica amerita estudios de imagen cerebrales.
La tomografía computarizada y la imagen por
resonancia magnética típicas muestran múltiples lesiones cerebrales anulares
intensificadas, casi siempre en la unión corticomedular y los ganglios basales.
La MRI es la modalidad de imágenes más sensible. En pacientes con sida, prueba
serológica de IgG positiva y ausencia de tratamiento reciente contra toxoplasma
o antiviral, el valor predictivo de una imagen típica se aproxima a 80%. El otro
diagnóstico frecuente en estas circunstancias es el linfoma del SNC, que las
más de las veces implica una sola lesión cerebral.
El diagnóstico
diferencial abarca también tuberculoma, abscesos cerebrales bacterianos,
absceso micótico y carcinoma. El diagnóstico de toxoplasmosis del SNC casi
siempre se establece después de una prueba terapéutica, con mejoría clínica y
radiológica esperada en dos a tres semanas. El diagnóstico definitivo requiere biopsia
cerebral, con búsqueda de microorganismos y los rasgos histológicos clásicos.
En la retinocoroiditis, la exploración fundoscópica muestra reacción
inflamatoria en el vítreo, lesiones retinianas blancas y cicatrices
pigmentadas. El diagnóstico de otras entidades clínicas en pacientes
inmunodeprimidos se basa con frecuencia en el estudio histológico. _
Tratamiento A. Conducta terapéutica
El tratamiento
casi nunca es necesario en las personas con buena respuesta inmunitaria, ya que
la enfermedad primaria se autolimita. Sin embargo, en caso de enfermedad grave,
persistente o visceral, puede considerarse un esquema terapéutico por dos a cuatro
semanas. Es adecuado administrar tratamiento para la infección primaria durante
el embarazo por el riesgo de transmisión fetal o porque así se reduce la
gravedad de la enfermedad congénita. En caso de retinocoroiditis, la mayor
parte de los episodios se autolimita; las opiniones sobre las indicaciones
terapéuticas son variables. Con frecuencia se sugiere prescribir tratamiento para
episodios con disminución de la agudeza visual, lesiones múltiples o grandes,
lesiones maculares, inflamación significativa o persistencia por más de un mes.
Los pacientes inmunodeprimidos con infección activa deben tratarse. Para
aquellos con inmunodeficiencia transitoria, el tratamiento puede continuarse cuatro
a seis semanas después de la desaparición de los síntomas. En sujetos con
inmunodeficiencia persistente, como los pacientes con sida, después del
tratamiento completo por cuatro a seis semanas se instituye uno de sostén o
apoyo con dosis más bajas. Los pacientes inmunodeficientes asintomáticos, pero con
resultado positivo en la prueba serológica de IgG, deben recibir quimioprofilaxis
por tiempo prolongado.
B. Elección
del fármaco
Los fármacos
para la toxoplasmosis sólo tienen actividad contra los taquizoítos, por lo cual
no erradican la infección. El esquema estándar incluye la combinación de
pirimetamina (200 mg en dosis de impregnación, luego 50 a 75 mg [1 mg/kg] por
vía oral una vez al día) más sulfadiazina (1 a 1.5 g por vía oral cuatro veces al
día), con ácido folínico (10 a 20 mg por vía oral una vez al día) para prevenir
la supresión medular. Hay que reconocer antecedentes de sensibilidad a la
sulfonamida (exantema, síntomas digestivos, hepatotoxicidad). Con la finalidad
de prevenir la toxicidad renal inducida por cristales, debe mantenerse un gasto
urinario adecuado. Los efectos adversos de la pirimetamina incluyen cefalea y
síntomas del tubo digestivo. Incluso con ácido folínico es posible la supresión
de la médula ósea; es preciso vigilar el recuento de plaquetas y leucocitos,
por lo menos cada semana. Una alternativa de primera elección a la sulfadiazina
es la clindamicina (600 mg por vía oral cuatro veces al día). Otras opciones
son trimetoprim-sulfametoxazol o la combinación de pirimetamina con atovacuona,
claritromicina, azitromicina o dapsona. La pirimetamina no se administra
durante el primer trimestre del embarazo por su efecto teratógeno. El
tratamiento estándar para la toxoplasmosis aguda durante el embarazo consiste en
espiramicina (1 g por vía oral tres veces al día hasta el parto). Este régimen
sólo se utiliza para disminuir el riesgo de infección fetal y puede reducir la
frecuencia de transmisión al feto en cerca de 60%. La espiramicina no cruza la
placenta, por lo cual, en caso de infección fetal documentada o parasitosis
agudas en el embarazo avanzado (lo que a menudo conduce a la transmisión fetal),
está indicado el tratamiento con los esquemas combinados ya descritos. _
Prevención
La prevención de
la infección primaria se enfoca en la evitación de carne mal cocida o el
contacto con material contaminado por heces de felinos, sobre todo en las
embarazadas seronegativas y en personas con afectación inmunitaria. Para la
carne, la radiación, mediante cocción a 66°C, aniquila a los quistes. Es
necesaria la limpieza meticulosa de las manos y las superficies después del contacto
con carne cruda o áreas contaminadas por gatos. Los ooquistes que se eliminan
en las heces felinas conservan la capacidad infecciosa por un año o más, pero
los ooquistes frescos no son infecciosos por 48 h. Para una mejor protección,
las cajas de arena deben cambiarse todos los días y remojar con agua en
ebullición por 5 min. Además, deben usarse guantes durante las labores de
jardinería, lavar muy bien las frutas y verduras y evitarse la ingestión de
carne seca. En algunos países, se practica la detección universal de
anticuerpos contra T. gondii en embarazadas, pero no en Estados Unidos.
Lo ideal es practicar una prueba serológica a las embarazadas para cuantificar
los anticuerpos IgG e IgM y aquellas con títulos negativos deben apegarse a las
medidas preventivas descritas con anterioridad. Las mujeres seronegativas que
permanecen en el ambiente de exposición deben ser objeto de detección
serológica varias veces durante el embarazo. En los sujetos con
inmunodepresión, está indicada la quimioprofilaxis a fin de evitar la infección
primaria o reactivada. En receptores de trasplantes, se ha usado pirimetamina
(25 mg todos los días por seis semanas). En los individuos con sida avanzado y otros
problemas, la quimioprofilaxis con trimetoprim-sulfametoxazol (una tableta
diaria de doble acción o dos tabletas tres veces a la semana) que se instituye
sobre todo para protección contra Pneumocystis también es efectiva
contra T. gondii. Las alternativas son pirimetamina más sulfadoxina o
dapsona (varios esquemas). En pacientes con sida, la quimioprofilaxis puede
suspenderse si el tratamiento antirretroviral permite la reconstitución inmunitaria.
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