2015/05/19

AMEBOSIS (amebiasis)

El complejo Entamoeba contiene dos especies con morfología
idéntica: Entamoeba dispar, que no es virulenta, y Entamoeba
histolytica, que puede ser un comensal intestinal no virulento u
ocasionar enfermedad grave. La afección se produce por la penetración
de la pared intestinal, lo cual causa diarrea y, con grave
afectación, disentería o alteración extraintestinal, casi siempre
absceso hepático.
Las parasitosis por E. histolytica se presentan en todo el
mundo, pero son más frecuentes en áreas subtropicales y tropicales,
en condiciones de hacinamiento, deficiencia de medidas higiénicas
y nutrición inapropiada. De los 500 millones de personas
afectadas con Entamoeba que hay en todo el mundo, la mayoría
tiene E. dispar y se calcula que 10% tiene E. histolytica. La mortalidad
prevista por la parasitosis invasora con E. histolytica es de
100 000 al año.
El ser humano es el único hospedador establecido de E. histolytica.
La transmisión se produce por ingestión de quistes en alimento
o agua con contaminación fecal; ésta se facilita por la diseminación
de persona a persona, por vectores mecánicos, como
moscas y otros artrópodos y por el uso de excremento humano
como fertilizante. Se han producido brotes urbanos por contaminación
del agua en una fuente común.
_ Manifestaciones clínicas
A. Signos y síntomas
1. Amebosis intestinal. En la mayoría de las personas con este
parásito, el microorganismo vive como comensal y el portador
está libre de síntomas. En caso de enfermedad sintomática, la
diarrea puede iniciar una semana después de la infección, aunque
es más frecuente que haya un periodo de incubación de dos a
cuatro semanas, con inicio gradual de dolor abdominal y diarrea.
Pocas veces hay fiebre. Los periodos de remisión y recurrencia
pueden durar días a semanas o más tiempo. La exploración abdominal
revela distensión, sensibilidad, aumento de la peristalsis y
hepatomegalia. Con frecuencia hay hematoquezia microscópica.
Los cuadros más graves incluyen colitis y disentería, con diarrea
más intensa (10 a 20 evacuaciones al día) y heces sanguinolentas.
En la disentería, las manifestaciones clínicas incluyen fiebre elevada,
postración, vómito, dolor abdominal espontáneo y, a la
palpación, crecimiento hepático e hipotensión. Los cuadros clínicos
graves son más frecuentes en niños pequeños, embarazadas,
pacientes desnutridos y los que reciben corticoesteroides. Por
tanto, en regiones endémicas, no deben iniciarse corticoesteroides
para una supuesta enfermedad intestinal inflamatoria sin
descartar primero la amebosis. La colitis amebiana fulminante
puede evolucionar a colitis necrosante, perforación intestinal,
desprendimiento de la mucosa y hemorragia intensa, con tasas de
mortalidad >40%. Las complicaciones más crónicas de la amebosis
intestinal incluyen diarrea crónica con pérdida de peso, la cual
puede durar meses a años; ulceraciones intestinales; así como
apendicitis amebiana. Es posible que aparezcan lesiones granulomatosas
localizadas (amebomas) después de disentería o infección
intestinal crónica. Los datos clínicos incluyen dolor, síntomas
obstructivos y hemorragia; algunas veces éstos sugieren
carcinoma intestinal.
2. Amebosis extraintestinal. La manifestación extraintestinal
más frecuente es el absceso hepático amebiano. Esto puede ocurrir
con colitis, pero lo más frecuente es que se presente sin el
antecedente de síntomas intestinales. Los pacientes se presentan
con dolor abdominal de inicio agudo o gradual, fiebre, hepatomegalia
dolorosa, anorexia y pérdida de peso. Un pequeño porcentaje
de enfermos tiene diarrea. La exploración física puede revelar
dolor a la palpación en la región intercostal sobre la región hepática.
Las más de las veces los abscesos son únicos y se sitúan en el
lóbulo derecho del hígado; son mucho más frecuentes en los varones.
Sin tratamiento temprano, los abscesos amebianos pueden
romperse hacia el espacio pleural, peritoneal o pericárdico, lo
cual a menudo es letal. Raras veces, las infecciones amebianas se
extienden por el organismo y afectan pulmones, cerebro y sistema
genitourinario.
B. Datos de laboratorio
Las pruebas de laboratorio en la amebosis intestinal muestran
leucocitosis y hematoquezia, pero no hay leucocitos fecales en
todos los casos. En la amebosis extraintestinal, hay leucocitosis y
alteración en las pruebas de función hepática.
C. Pruebas diagnósticas
El diagnóstico se establece con el hallazgo de E. histolytica o su
antígeno, o bien mediante pruebas serológicas. Sin embargo,
todos los métodos tienen limitaciones.
1. Amebosis intestinal. Por lo general, el diagnóstico se establece
por identificación de los microorganismos en las heces. No es
posible distinguir entre E. histolytica y E. dispar, pero la identificación
de trofozoítos o quistes amebianos en un sujeto sintomático
es muy sugerente de amebosis. El análisis fecal para amebas no
es muy sensible (~30 a 50% para colitis amebiana) y deben analizarse
al menos tres muestras fecales después de concentrarlas y
teñirlas. Existen múltiples pruebas serológicas; éstas son bastante
sensibles, aunque la sensibilidad es menor en etapas tempranas de
la enfermedad (~70% en colitis) y no permiten distinguir la enfermedad
reciente de la antigua, ya que se mantienen positivas
años después de la enfermedad. Una prueba comercial para antígeno
fecal ofrece mejor sensibilidad (>90% en colitis) y requiere
muestras fecales frescas o congeladas (no conservadas). Se dispone
de pruebas basadas en la PCR, pero no se usan de manera
sistemática. La colonoscopia del intestino sin preparación
 casi siempre muestra datos inespecíficos en la enfermedad intestinal
leve; en casos graves puede haber úlceras con mucosa friable intacta,
tal y como se observa en la enfermedad intestinal inflamatoria
(fig. 35-7). El análisis del exudado fresco de una úlcera para
buscar trofozoítos móviles y antígeno de E. histolytica permite
precisar el diagnóstico.
2. Absceso hepático. Las pruebas serológicas para anticuerpos
contra ameba casi siempre son positivas, excepto en la infección
muy temprana. Por consiguiente, una prueba negativa en un caso
sospechoso debe repetirse una semana más tarde. Se cuenta con
pruebas que pueden usarse para analizar el suero y su sensibilidad
es buena si se emplea antes de iniciar el tratamiento. Muchas
veces, el análisis fecal es negativo para microorganismos o antígeno;
la prueba de antígeno es positiva en casi 40% de los casos.
Como los estudios de imagen no permiten distinguir entre abscesos
amebianos y piógenos, cuando no puede establecerse el diagnóstico
con pruebas serológicas, está indicada la aspiración percutánea,
de preferencia con aguja bajo guía imagenológica. En la
aspiración suele obtenerse líquido pardo o amarillento. Pocas
veces se identifican microorganismos en el aspirado, pero la detección
del antígeno de E. histolytica es muy sensible y diagnóstica.
El riesgo clave para la aspiración es el derrame peritoneal que
produce peritonitis por amebas u otros microorganismos (bacterias
o equinococos).
D. Imagenología
Los abscesos hepáticos pueden identificarse en la ecografía, la
tomografía computarizada o la imagen por resonancia magnética,
casi siempre con lesiones redondas u ovaladas no homogéneas
de baja densidad, con transición súbita del hígado normal a las
lesiones y con centros hipoecoicos. Por lo general, los abscesos
son únicos, pero puede haber más de uno. Casi siempre se afecta
el lóbulo derecho.
_ Tratamiento
El tratamiento de la amebosis casi siempre incluye el uso de metronidazol
o tinidazol para erradicar los trofozoítos hísticos,
además de un amebicida luminal que elimine los quistes intestinales
(cuadro 35-6). La afección asintomática con E. dispar no
requiere tratamiento. Este agente patógeno no puede diferenciarse
de E. histolytica con base en su morfología, pero si la prueba
serológica es negativa, es probable que haya proliferación de E.
dispar y no está indicado el tratamiento. Por lo general, la proliferación
de E. histolytica se trata con un medicamento de acción
luminal. Los fármacos luminales eficaces son furoato de diloxanida
(500 mg tres veces al día con las comidas por 10 días), yodoquinol
(diyodohidroxiquina, 650 mg tres veces al día por 21 días)
y paromomicina (30 mg/kg de base, máximo 3 g, divididos en tres
dosis después de las comidas durante siete días). Los efectos adversos
de los fármacos luminales son flatulencia con el furoato de
diloxanida, diarrea leve con yodoquinol y síntomas del tubo digestivo
con paromomicina. Las contraindicaciones relativas son
enfermedad tiroidea para yodoquinol y enfermedad renal para
yodoquinol o paromomicina.
El tratamiento de la amebosis intestinal requiere metronidazol
(750 mg orales tres veces al día por 10 días)
  o tinidazol (2 g orales una vez al día por tres días para la enfermedad leve
 y por cinco días  además de un agente luminal)
El metronidazol se utiliza con mayor frecuencia en Estados
Unidos, pero el tinidazol, tiene una posología más sencilla y
menos efectos adversos. El metronidazol causa a menudo náusea
transitoria, vómito, molestia epigástrica, cefalea o sabor metálico.
Asimismo, produce una reacción semejante al disulfiram si se
ingiere junto con alcohol. El metronidazol es carcinogéno en ratones,
se debe evitar en embarazadas o cuando están amamantando
si es posible. Es probable que se apliquen los mismos efectos
tóxicos y preocupaciones para el tinidazol, aunque al parecer se
tolera mejor. La reposición de líquidos y electrólitos también es
importante en personas con diarrea considerable. Siempre que
sea posible es mejor evitar el tratamiento quirúrgico de las complicaciones
agudas de la amebosis intestinal. El tratamiento exitoso
de la colitis amebiana grave puede ir seguido de colitis posdisentérica,
con diarrea continua sin infección persistente; este
síndrome casi siempre se resuelve semanas a meses después.
Una alternativa al tratamiento de la amebosis intestinal es la
tetraciclina (250 a 500 mg orales cuatro veces al día por 10 días)
más cloroquina (500 mg al día por siete días). La emetina o la
dehidroemetina pueden aplicarse por vía subcutánea (preferible)
o intravenosa en dosis de 1 a 1.5 mg/kg al día; la dosis diaria
máxima de dehidroemetina es de 90 mg y de 65 mg para la emetina.
Aunque estos fármacos son efectivos, son muy tóxicos; en
particular, son cardiotóxicos, con intervalo terapéutico estrecho.
Por consiguiente, casi siempre se usan sólo hasta que la enfermedad
grave se halla bajo control. Estos compuestos provocan náusea,
vómito y dolor en el sitio de inyección. La emetina no está
disponible en Estados Unidos y la dehidroemetina sólo se consigue
en el Servicio Farmacológico de los Centers for Disease Control
and Prevention.
El absceso hepático amebiano también se trata con metronidazol
o tinidazol más un medicamento luminal (aun cuando no
se documente la infección intestinal; cuadro 35-6). El metronidazol
puede administrarse por vía intravenosa cuando sea necesario.
Si no se obtiene una respuesta inicial con metronidazol o tinidazol,
es posible agregar cloroquina, emetina o dehidroemetina.
La aspiración con aguja es útil para los abscesos grandes (>5 a 10
cm), sobre todo si el diagnóstico es incierto, si no hay respuesta
inicial o si el sujeto se encuentra grave, lo cual sugiere rotura inminente
del absceso. Con el tratamiento exitoso, los abscesos
desaparecen con lentitud (en meses).
_ Prevención y control
La prevención requiere suministros seguros de agua; desecho sanitario
de las heces humanas; cocción adecuada de alimentos; protección
de los alimentos contra la contaminación por moscas; lavado
de manos y, en regiones endémicas, evitación de frutas y vegetales
que no pueden pelarse. El agua puede hervirse, tratarse con yodo
(0.5 ml de tintura de yodo por litro durante 20 min; los quistes son
resistentes a las concentraciones estándar de cloro) o filtrarse.

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