DISAUTONIA
Anomalías de presión arterial, frecuencia cardiaca, transpiración, motilidad
intestinal, control de esfínteres, función sexual, respiración o función
ocular, que ocurren aisladas o en cualquier combinación.
Generalidades La disautonomía puede surgir como resultado de procesos
patológicos centrales o periféricos; se manifiesta por diversos síntomas que
pueden presentarse aislados o en varias combinaciones, los cuales se relacionan
con alteraciones de la regulación de la presión arterial, la transpiración para
termorregulación, la función digestiva, el control de esfínteres, el
funcionamiento sexual, la respiración y la función ocular. El síncope, un
síntoma de disautonomía, se distingue por la pérdida transitoria del estado de conciencia,
casi siempre acompañada de hipotensión y bradicardia. Éste puede surgir como
respuesta a estrés emocional, hipotensión postural, ejercicio vigoroso en un
ambiente cálido, obstrucción del retorno venoso al corazón, dolor agudo o su anticipación,
pérdida de líquido y diversas circunstancias más. A. Causas neurológicas centrales La enfermedad en algunos
sitios del sistema nervioso central, al margen de su naturaleza, puede inducir
síntomas de disautonomía. La hipotensión postural, que habitualmente es el
síntoma más problemático y limitante, quizá sea resultado de la sección de la
médula espinal y otras mielopatías (p. ej., un tumor o siringomielia) por
arriba del nivel de T6 o de lesiones en el tallo encefálico, como siringobulbia
y tumores en la fosa posterior. Los trastornos sexuales o en esfínteres tal vez
sean consecuencia de lesiones medulares distales a T6. Ciertos trastornos
degenerativos primarios son el origen de la disautonomía que aparece aislada (insuficiencia autónoma pura) o acompañada de
alteraciones más extensas (atrofia
sistémica múltiple o síndrome
de Shy- Drager) que pueden incluir parkinsonismo, síntomas piramidales y
deficiencias cerebelosas. B.
Causas neurológicas periféricas La neuropatía autónoma pura puede presentarse de forma aguda o
subaguda después de una infección viral o como trastorno paraneoplásico, casi
siempre relacionado con cáncer pulmonar microcítico, sobre todo en relación con
ciertos anticuerpos, como anti-Hu o los dirigidos contra los receptores
neuronales nicotínicos para acetilcolina. Por lo general, los síntomas de
presentación incluyen hipotensión postural, anomalías en la transpiración
termorreguladora, xerostomía o xeroftalmía, motilidad gastrointestinal anormal,
midriasis o retención urinaria aguda. A menudo, la disautonomía es notoria en
sujetos con síndrome de Guillain- Barré y se manifiesta con hipotensión o
hipertensión marcada, o bien con arritmias cardiacas que pueden tener un
desenlace funesto. También puede presentarse en neuropatías de la diabetes, uremia,
amiloidosis y de varios otros tipos de trastornos metabólicos o tóxicos; en
presencia de lepra o enfermedad de Chagas, así como a manera de manifestación
de algunas neuropatías hereditarias con patrón autosómico dominante, autosómico
recesivo o ligado al cromosoma X. Los síntomas autónomos son notorios en las
crisis de porfiria hepática. Los pacientes con botulismo o síndrome miasténico
de Lambert-Eaton pueden presentar estreñimiento, retención urinaria y síndrome
seco como resultado de la disfunción colinérgica. _ Manifestaciones clínicas A. Signos y síntomas Los síntomas disautónomos son síncope, hipotensión postural, hipertensión
paroxística, taquicardia persistente sin otra causa, rubor facial, hipohidrosis
o hiperhidrosis, vómito, estreñimiento, diarrea, disfagia, distensión
abdominal, trastornos de la micción o la defecación, episodios de apnea y
disminución visual en la noche. En el síncope, el malestar prodrómico, así como
náusea, cefalea, diaforesis, palidez, trastornos visuales, pérdida del tono postural
y la sensación de debilidad y pérdida inminente de la conciencia van seguidos
de la pérdida real del estado de conciencia. Aunque el individuo casi siempre
se encuentra flácido, no es infrecuente que haya alguna actividad motora y
también es posible la incontinencia urinaria (rara vez fecal), lo cual simula
una convulsión. La recuperación es rápida una vez que la persona adopta la
posición horizontal, pero a menudo hay cefalea, náusea y fatiga después del
episodio. B. Valoración del
paciente La
valoración clínica es importante para descartar las causas no neurológicas
reversibles de los síntomas. Por ejemplo, la hipotensión postural y el síncope
pueden relacionarse con disminución del gasto cardiaco (como en la estenosis
aórtica o la miocardiopatía), arritmias cardiacas paroxísticas, deficiencia de volumen,
varios fármacos y trastornos endocrinos y metabólicos, como enfermedad de
Addison, hipotiroidismo o hipertiroidismo, feocromocitoma y síndrome
carcinoide. La prueba de la función autónoma ayuda a dilucidar el diagnóstico
de disautonomía, descartar otras causas de síntomas, valorar la gravedad del
problema y guiar el pronóstico. Estas pruebas incluyen valoración de la
respuesta cardiovascular a la maniobra de Valsalva, sobresaltos, estrés mental,
cambio postural y respiración profunda, además de las respuestas sudomotoras
(diaforesis) al calentamiento o un grito inspiratorio profundo. La inclinación
de la mesa de exploración puede precipitar síntomas de síncope o previos a
éste. Algunas veces también se requieren pruebas farmacológicas para valorar
las respuestas pupilares; estudios radiográficos de la vejiga o tubo digestivo;
urofluxometría y perfiles de presión uretral; así como el registro de la
tumescencia peniana nocturna en algunos casos. La realización de estudios complementarios
depende de la presencia de otras anomalías neurológicas. En individuos con
alguna causa periférica, tal vez sea necesario el estudio para neuropatía
periférica, como se explica más adelante. Para aquellos con datos de una lesión
central, los estudios de imagenología permiten descartar una causa estructural tratable.
_ Tratamiento El síntoma más limitante de
la disautonomía casi siempre es la hipotensión postural con síncope. Deben
evitarse el cambio postural súbito, el decúbito prolongado y otros factores desencadenantes.
Deben suspenderse los fármacos relacionados con hipotensión postural o reducir
la dosis. El tratamiento puede incluir uso de medias elásticas hasta la
cintura, administración de complementos de sal, dormir en posición semierguida
(lo cual reduce la natriuresis y la diuresis que aparecen durante la posición
horizontal) y fludrocortisona (0.1 a 0.2 mg diarios). Los fármacos vasomotores
pueden ser útiles e incluyen midodrina (2.5 a 10 mg tres veces al día) y
efedrina (15 a 30 mg tres veces al día). Otros medicamentos que se utilizan de
forma ocasional o experimental son la dihidroergotamina, la yohimbina, la
piridostigmina y la clonidina; es probable que los casos resistentes al
tratamiento respondan a la eritropoyetina (epoyetina α) o desmopresina. Los pacientes
deben vigilarse para detectar hipertensión por decúbito. La hipotensión
posprandial mejora con la cafeína. No existe un tratamiento satisfactorio para
los trastornos de la diaforesis, pero un ambiente con aire acondicionado ayuda
a evitar los cambios extremos de la temperatura corporal. TRASTORNOS
SENSORIALES Los pacientes se quejan de pérdida o alteraciones de la
sensibilidad. A menudo utilizan el término “entumecimiento” para referirse a la
pérdida de sensibilidad, pero la palabra también tiene otros significados y es
preciso aclarar lo que quiere decir el individuo. Las sensaciones espontáneas
anormales casi siempre se llaman parestesias y las sensaciones desagradables o
dolorosas producidas por un estímulo usualmente indoloro se conocen como
disestesias. Los síntomas sensoriales pueden ser resultado de una enfermedad ubicada
en cualquier sitio de las vías sensoriales periféricas o centrales. Debe
identificarse carácter, sitio, modo de inicio, diseminación y perfil temporal
de los síntomas sensitivos, así como cualquier factor que los desencadene o
alivie. Estas características y la presencia de cualquier síntoma relacionado
ayudan a identificar el origen de los trastornos sensoriales, al igual que los signos
físicos. Los signos o los síntomas sensoriales pueden confinarse al territorio
de nervios periféricos o raíces nerviosas individuales. La afección de un lado
del cuerpo o una extremidad completa sugiere una lesión central. Un trastorno
distal de las cuatro extremidades significa polineuropatía; una lesión en la médula
cervical o el tallo encefálico o la presencia de síntomas transitorios hacen
sospechar una alteración metabólica, como síndrome de hiperventilación. Las
molestias sensoriales de corta duración sugieren convulsiones sensitivas,
fenómenos isquémicos cerebrales o alteraciones metabólicas. En pacientes con
lesiones medulares es posible que haya un nivel sensitivo transversal. La “pérdida
sensorial disociada” se caracteriza por la carencia de algunas modalidades
sensoriales con conservación de otras. Estas alteraciones pueden observarse en
personas con enfermedad periférica o central, por lo cual deben interpretarse
en el contexto clínico en el que se encuentren. En individuos con síntomas
sensoriales, la ausencia de signos sensitivos no significa que los síntomas
tengan una base inorgánica. Muchas veces, los síntomas son molestos antes de la
aparición de los signos de disfunción sensorial. DEBILIDAD
Y PARÁLISIS La pérdida de fuerza muscular quizá sea resultado de una
enfermedad central que afecta las neuronas motoras superiores o inferiores; algún
trastorno periférico de los nervios radiculares, plexos o nervios periféricos;
anomalías de la transmisión neuromuscular o trastornos musculares primarios.
Las manifestaciones clínicas ayudan a localizar la lesión y reducir así el
número de posibilidades diagnósticas. La debilidad consecutiva a las lesiones
de neurona motora superior se caracteriza por alteración selectiva de algunos
grupos musculares y se relaciona con espasticidad, hiperreflexia osteotendinosa
y respuestas plantares extensoras. El sitio de afección de la neurona motora
superior (piramidal) puede deducirse por la presencia de otros signos clínicos
o la distribución de la deficiencia motora. Las lesiones de la neurona motora
inferior producen desgaste muscular, así como debilidad con flacidez y pérdida de
reflejos tendinosos, pero sin cambio en las respuestas plantares, a menos que
haya daño directo de las neuronas que los inervan. Las fasciculaciones pueden
ser evidentes en los músculos afectados. Para distinguir entre la lesión de un
nervio radicular, plexo o nervio periférico son muy importantes la distribución
del déficit motor y cualquier cambio sensorial. En sujetos con trastornos de la
transmisión neuromuscular, la debilidad tiene distribución en placas, a menudo
cambia en periodos cortos y no se acompaña de cambios sensitivos. En los
trastornos miopáticos, la debilidad casi siempre es más marcada en la región
proximal de las extremidades, no se acompaña de pérdida sensorial, alteraciones
de los esfínteres, desgaste muscular o arreflexia osteotendinosa, por lo menos
no antes de una etapa avanzada.
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