TUMORES INTRACRANEALES Y ESPINALES.
Trastorno del funcionamiento cerebral, ya sea focal, generalizadoo ambos. Aumento de la presión intracraneal en algunos pacientes.
Datos neurorradiográficos de una lesión que ocupa espacio.
Generalidades
Cincuenta por ciento de
todas las neoplasias primarias intracraneales (cuadro 24-5) corresponde a
gliomas y el porcentaje restante a meningiomas, adenomas hipofisarios (cap.
26), neurofibromas y otros tumores. Algunos tumores, en especial neurofibromas,
hemangioblastomas y retinoblastomas, pueden tener fundamentos similares, y los
factores congénitos conducen a la aparición de craneofaringiomas. Los tumores
quizá se presenten a cualquier edad, pero cierto tipo de gliomas muestra
predilección por una edad en particular (cuadro 24-5). _ Manifestaciones clínicas A. Signos y síntomas Los tumores intracraneales tal vez ocasionen un trastorno
generalizado de la función cerebral, además de signos y síntomas de hipertensión
intracraneal. Como consecuencia, quizás haya cambios de la personalidad,
deterioro intelectual, inestabilidad emocional, convulsiones, cefaleas, náusea
y malestar. Si aumenta la presión en un compartimiento craneal particular, es
probable que el tejido cerebral se hernie hacia un compartimiento con menor presión.
El síndrome más conocido es la hernia del gancho del lóbulo temporal a través
del agujero tentorial, lo cual produce compresión del tercer par craneal, el
mesencéfalo y la arteria cerebral posterior. El primer signo es la dilatación
pupilar ipsolateral, seguido de estupor, coma, postura de descerebración y paro
respiratorio. Otro síndrome importante de hernia es el desplazamiento de las
amígdalas cerebelosas por el agujero magno, lo cual provoca compresión del bulbo raquídeo
que ocasiona apnea, colapso circulatorio y muerte. Otros síndromes de
herniación son menos frecuentes y su importancia clínica es menor. Los tumores
intracraneales también producen defectos focales que dependen de su
localización. Lesiones del lóbulo frontal. Los tumores del lóbulo
frontal producen a menudo deterioro intelectual progresivo, disminución de la
velocidad de la actividad mental, cambios de la personalidad y reflejos de
prensión contralaterales. Cuando se afecta la parte posterior del giro frontal
inferior izquierdo provoca afasia expresiva. También puede haber anosmia como
consecuencia de la presión sobre el nervio olfativo. Las lesiones precentrales
inducen convulsiones motoras focales o deficiencias piramidales contralaterales.
2. Lesiones del lóbulo temporal. Los tumores de la región
unciforme pueden manifestarse por convulsiones con alucinaciones olfativas o
gustativas, fenómenos motores como succión o chupeteo de los labios y cierta
alteración de la conciencia externa sin pérdida real del estado de conciencia.
Las lesiones del lóbulo temporal también producen despersonalización, cambios
emocionales, trastornos conductuales, sensaciones de déjà vu o jamais vu, micropsia o macropsia
(los objetos se ven más pequeños o más grandes de lo que son), defectos en el
campo visual (cuadrantanopia superior cruzada) e ilusiones o alucinaciones
auditivas. Las lesiones del lado izquierdo pueden ocasionar disnomia o afasia
receptiva, mientras que las del lado derecho alteran algunas veces la
percepción de las notas musicales y las melodías. 3. Lesiones del lóbulo parietal. Los tumores en este sitio
suelen causar trastornos sensoriales contralaterales; es probable que haya convulsiones
sensitivas, pérdida sensorial o falta de atención o alguna combinación de estos
síntomas. La pérdida sensorial es de tipo cortical y afecta la sensibilidad
postural y la discriminación táctil, por lo que se altera el reconocimiento de
la forma, el tamaño, el peso y la textura. Es probable que el paciente no
reconozca los objetos colocados en la mano (astereognosia). Las lesiones extensas
del lóbulo parietal pueden ocasionar hiperpatía contralateral y dolor
espontáneo (síndrome talámico). La radiación óptica da lugar a un defecto
homónimo contralateral en el campo visual que a veces consiste sólo en
cuadrantanopia inferior. Las lesiones del giro angular izquierdo originan el
síndrome de Gerstmann (una combinación de alexia, agrafia, acalculia, confusión
entre derecha e izquierda y agnosia de los dedos), en tanto que la alteración del
giro submarginal izquierdo provoca apraxia de la ideación. La anosognosia
(negación, negligencia o rechazo de una extremidad paralizada) se observa en
pacientes con lesiones en el hemisferio no dominante (derecho). En caso de
lesiones del lado derecho, también hay apraxia de construcción y para vestirse.
4. Lesiones del lóbulo occipital. Los tumores del lóbulo
occipital casi siempre producen hemianopsia homónima cruzada o un defecto
parcial en el campo visual. Cuando hay lesiones bilaterales o del lado
izquierdo, puede haber agnosia visual para objetos y colores, mientras que las
lesiones irritativas de cualquier lado generan alucinaciones visuales amorfas.
Las lesiones en ambos lóbulos occipitales causan ceguera cortical, en la cual
se conservan las respuestas pupilares a la luz y el paciente no es consciente
del defecto. También es posible que haya pérdida de la percepción del color,
prosopagnosia (incapacidad para identificar una cara familiar), simultagnosia
(incapacidad para integrar e interpretar una escena compuesta, en oposición a
sus elementos individuales) y síndrome de Balint (falta de dirección de los
ojos hacia un punto particular en el espacio, a pesar de que se conservan los
movimientos oculares espontáneos y reflejos). La negación de la ceguera o un
defecto en el campo visual constituye el síndrome de Anton. 5. Lesiones del tallo encefálico y el cerebelo. Las lesiones del tallo
encefálico causan parálisis de pares craneales, ataxia, falta de coordinación,
nistagmo y deficiencias piramidales y sensoriales en las extremidades de uno o
ambos lados. Los tumores intrínsecos del tallo encefálico, como los gliomas,
tienden a producir un aumento de la presión intracraneal sólo en etapas
avanzadas de la evolución. Los tumores cerebelosos generan ataxia marcada del tronco
si se afecta la vermis cerebelosa y deficiencias ipsolaterales de las
extremidades (ataxia, falta de coordinación e hipotonía) si el daño se halla en
los hemisferios del cerebelo. 6.
Signos de localización falsos. Los tumores pueden inducir signos neurológicos distintos de los de
la compresión directa o infiltración, lo cual da lugar a errores en la
localización clínica. Estos signos falsos de localización incluyen parálisis
del tercer o sexto par craneal y respuestas plantares extensoras bilaterales causadas
por síndromes de herniación y una reacción plantar extensora ipsolateral a un
tumor hemisférico, como resultado de la compresión del pedúnculo cerebeloso
opuesto contra la tienda del cerebelo. B.
Imagenología La CT o la MRI con gadolinio como medio de contraste permiten detectar
la lesión, además de definir su localización, forma y tamaño, así como la
magnitud de la distorsión anatómica y el grado de cualquier edema cerebral o
efecto de masa relacionados. La CT es menos útil en los tumores de la fosa
posterior, pero la MRI tiene un valor particular en esos casos. La apariencia
característica de los meningiomas en la CT es diagnóstica; se trata de una lesión
en un sitio típico (regiones parasagital y de Silvio, hendidura olfativa,
cresta esfenoidal, silla del tubérculo) que se observa como un área homogénea
de mayor densidad en la CT sin medio de contraste y que se intensifica de
manera uniforme con el contraste. Las técnicas más novedosas para obtener
imágenes neurológicas permiten identificar los tumores cerebrales por la
presencia de hiperperfusión (MRI ponderada por perfusión, tomografía por
computadora de emisión monofotónica, tomografía por emisión de positrones) y
por el hipermetabolismo o recambio celular excesivo (espectroscopia con
resonancia magnética, tomografía por emisión de positrones), pero algunas
enfermedades no neoplásicas, como apoplejía, inflamación o infecciones, en
ocasiones se acompañan de hiperperfusión e hipermetabolismo. La MRI ponderada
por difusión también es de utilidad. La arteriografía muestra estiramiento o
desplazamiento de los vasos cerebrales normales por el tumor y la presencia de
vascularidad tumoral. Si existe una tumoración avascular, este es un dato inespecífico
que podría corresponder a un tumor, hematoma, absceso o cualquier lesión que
ocupe espacio. En sujetos con concentraciones normales de hormonas y una
tumoración en la silla turca es necesaria la angiografía para establecer con
confianza la diferencia entre un adenoma hipofisario y un aneurisma arterial. C. Estudios de laboratorio y otros El electroencefalograma
aporta información de apoyo acerca de la función cerebral y podría mostrar
cualquier otro trastorno focal consecutivo a una neoplasia o un cambio más
difuso que se reflejara en el estado mental alterado. Muy pocas veces es
necesaria la punción lumbar; los resultados son diagnósticos sólo de modo
ocasional y el procedimiento implica el riesgo de provocar un síndrome por
herniación. _ Tratamiento
Éste depende del tipo y el
sitio del tumor (cuadro 24-5), así como de las condiciones del enfermo. La
extirpación quirúrgica com- 956 201 pleta es posible si el tumor es extraaxial (p. ej., meningioma, neuroma
acústico) o cuando no se encuentra en una región crítica o inaccesible del
cerebro (p. ej., hemangioblastoma cerebeloso). La intervención quirúrgica
también permite corroborar el diagnóstico; es probable que ayude a reducir la
presión intracraneal y alivie los síntomas, aunque no pueda extirparse la
neoplasia completa. En ocasiones, las deficiencias clínicas se deben en parte a
la hidrocefalia obstructiva, en cuyo caso los procedimientos quirúrgicos
sencillos de derivación producen a menudo beneficios notorios. En los sujetos
con gliomas malignos, la radioterapia incrementa las tasas medias de
supervivencia, no obstante las intervenciones quirúrgicas precedentes, y su
combinación con quimioterapia ofrece beneficios adicionales. Para el
tratamiento de individuos con otras neoplasias intracraneales primarias, las indicaciones
para radiación dependen del tipo de tumor, accesibilidad a él y posibilidad de
efectuar una extirpación quirúrgica completa. Los corticoesteroides ayudan a
disminuir el edema cerebral y casi siempre se inician antes de la intervención
quirúrgica. La herniación puede tratarse con dexametasona por vía IV (10 a 20
mg en bolo, seguida de 4 mg cada 6 h) y manitol intravenoso (solución al 20% en
dosis de 1.5 g/kg durante cerca de 30 min). Muchas veces se administran también
anticonvulsivos en dosis estándar (cuadro 24-3), pero no están indicados como
profilácticos en pacientes sin antecedente de convulsiones. Las deficiencias neurocognoscitivas
a largo plazo pueden complicar la radioterapia. La atención paliativa es
importante en individuos con progresión de la enfermedad a pesar del
tratamiento (cap. 5). _ _ 2. Tumores intracraneales metastásicos
Metástasis cerebrales Los tumores metastásicos
cerebrales se manifiestan de la misma manera que otras neoplasias cerebrales,
es decir, con aumento de la presión intracraneal, trastorno focal o difuso de
la función cerebral, o bien con estas dos manifestaciones. En realidad, en
sujetos con una sola lesión cerebral, la naturaleza metastásica del tumor sólo
se torna evidente en el estudio histopatológico. En otros casos, hay datos de
enfermedad metastásica diseminada o aparece una metástasis cerebral aislada
durante el tratamiento de la neoplasia primaria. El origen más frecuente de
metástasis intracraneal es el carcinoma pulmonar; otros sitios primarios son
glándulas mamarias, riñones y tubo digestivo. La mayor parte de las metástasis
cerebrales se localiza por arriba de la tienda del cerebelo. Los estudios de
laboratorio y radiográficos utilizados para valorar a los pacientes con
metástasis son los descritos para las neoplasias primarias e incluyen MRI y CT,
con medio de contraste y sin él. La punción lumbar sólo es necesaria en
personas con sospecha de meningitis carcinomatosa (véase más adelante). En
individuos con metástasis cerebral comprobada de un tumor primario desconocido,
el estudio se guía por los signos y los síntomas. En las mujeres, está indicada
la mamografía y, en los varones menores de 50 años de edad, se busca un origen
en células germinales, ya que en ambos casos el resultado tiene repercusiones
terapéuticas. En personas con una sola metástasis cerebral, accesible por vía quirúrgica,
y que se encuentran por lo demás en buenas condiciones (es decir, tienen buen
estado general y no manifiestan trastornos extracraneales), es posible extraer
la lesión y luego aplicar radiaciones; en algunos casos, se selecciona este
último método como único tratamiento. Cuando las metástasis son múltiples o hay
enfermedad sistémica diseminada, el pronóstico es malo; la radioterapia
estereotáctica o la radioterapia de la totalidad del cerebro o ambas son útiles
en algunos casos, pero en otros el tratamiento es sólo paliativo. Eichler
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brain metastasis. Neurosurg Focus. 2007 Mar 15;22(3):E5. [PMID: 17608358] Metástasis leptomeníngeas (meningitis carcinomatosa) Los tumores que emiten
metástasis con mayor frecuencia a las leptomeninges son el carcinoma mamario,
los linfomas y la leucemia. Las metástasis leptomeníngeas producen deficiencias
neurológicas multifocales, consecutivas a la infiltración de los pares
craneales y raquídeos, invasión directa del cerebro o médula espinal,
hidrocefalia obstructiva o alguna combinación de estas alteraciones. El
diagnóstico se confirma con estudio del líquido cefalorraquídeo. Los datos
pueden incluir aumento de la presión de dicho líquido, pleocitosis, aumento de
la concentración de proteínas y descenso de la concentración de glucosa. Los
estudios citológicos pueden indicar la presencia de células malignas; de no ser
así, la punción lumbar debe repetirse por lo menos dos veces a fin de obtener
más muestras para el análisis. Las imágenes por CT que muestran intensificación
con medio de contraste en las cisternas basales o que revelan hidrocefalia sin evidencia
de una tumoración apoyan el diagnóstico. Muchas veces, la MRI con gadolinio
como medio de contraste muestra focos intensificados en las leptomeninges. La
mielografía delinea depósitos en múltiples nervios radiculares. 2011 957 El tratamiento es la radiación en las áreas sintomáticas combinada
con metotrexato intratecal. El pronóstico a largo plazo es malo; sólo cerca del
10% de los pacientes sobrevive un año, por lo cual es importante la atención
paliativa (cap. 5). 3. Tumoraciones intracraneales en pacientes con sida El linfoma cerebral primario es una complicación
frecuente en los individuos con sida. Esto causa trastornos cognoscitivos o de la
conciencia, déficit focales motores o sensitivos, afasia, convulsiones y
neuropatías craneales. Es posible que haya un cuadro clí nico similar por toxoplasmosis cerebral, que también es una complicación
frecuente en pacientes con sida (capítulos 31 y 35). Los resultados de la CT y
la MRI no permiten diferenciar estos dos trastornos y las pruebas serológicas
para toxoplasmosis no son confiables en sujetos con sida. Por esa razón, en los
enfermos con estado neurológico estable se recomienda una prueba terapéutica
para toxoplasmosis con sulfadiazina (100 mg/kg/día hasta 8 g/día divididos en
cuatro dosis) y pirimetamina (75 mg/ día por tres días, luego 25 mg/día)
durante tres semanas. Después se repiten los estudios de imagen y, en caso de
mejoría de alguna lesión, el régimen se continúa por tiempo indefinido. Si no
hay mejoría, es necesaria la biopsia cerebral. El linfoma cerebral primario se
trata con radiación cerebral total. La meningitis criptocócica es una infección oportunista frecuente en pacientes con sida. El
cuadro clínico se parece al de la toxoplasmosis cerebral o el linfoma, pero las
imágenes de la CT craneal suelen ser normales. El diagnóstico se establece con
base en los estudios del líquido cefalorraquídeo, con resultado positivo en la
tinción con tinta china en 75 a 80% y en pruebas de antígeno criptocócico en
95% de los casos. El tratamiento consiste en anfotericina B más flucitosina,
como se muestra en el cuadro 36-1, seguidas de fluconazol. 4.
Tumores de médula espinal primarios y metastásicos Cerca del 10% de los
tumores de médula espinal es intramedular. El ependimoma es el tipo más
frecuente de tumor intramedular; los demás corresponden a otros tipos de
gliomas. Los tumores extramedulares pueden localizarse dentro o fuera de la
duramadre. Entre los tumores extramedulares primarios, los neurofibromas y los
meningiomas son relativamente frecuentes, son benignos y pueden ser
intradurales o extradurales. Las metástasis carcinomatosas, los depósitos
linfomatosos o leucémicos y el mieloma casi siempre son extradurales. En el
caso de las metástasis, los sitios primarios frecuentes son próstata, glándula
mamaria, pulmón y riñón. Los tumores pueden provocar disfunción de la médula
espinal debido a compresión directa, isquemia consecutiva a la obstrucción arterial
o venosa y, en el caso de lesiones intramedulares, infiltración invasora. _ Manifestaciones clínicas A. Signos y síntomas Por lo general, los síntomas aparecen de forma gradual. En caso de
lesiones extradurales, el dolor es a menudo una manifestación clínica notable;
se agrava de manera característica con la tos o los esfuerzos; puede ser de
carácter radicular, localizado en la espalda o percibirse de modo difuso en una
extremidad; también se acompaña en ocasiones de déficit motores, parestesias o
entumecimiento, sobre todo en las extremidades inferiores. De igual forma,
pueden presentarse disfunción vesical, intestinal o sexual. Cuando hay
trastornos en los esfínteres, éstos son casi siempre muy discapacitantes. Sin
embargo, el dolor precede con frecuencia a los síntomas neurológicos
específicos que producen las metástasis epidurales. La exploración puede
revelar hipersensibilidad raquídea localizada. Algunas veces se encuentra una
deficiencia segmentaria de neurona motora inferior o cambios sensoriales en un
dermatoma (o ambos) al nivel de la lesión, mientras que se reconoce un déficit
de neurona motora superior y trastorno sensorial por debajo de dicho nivel. B. Imagenología Las radiografías simples de la columna vertebral pueden ser
normales, pero a menudo revelan alteraciones cuando hay depósitos metastásicos.
En ocasiones es necesaria la mielografía por CT o MRI para identificar y
localizar el sitio de la compresión medular. La combinación de un tumor
conocido en otra parte del cuerpo, dolor en la espalda y radiografías de la
columna vertebral anómalas o signos neurológicos de compresión medular
constituye una indicación para realizar estos estudios de manera urgente. Algunos
médicos solicitan la mielografía con base tan sólo en un dolor de espalda de
reciente aparición en un individuo con cáncer. Si existe bloqueo completo en la
mielografía lumbar, se realiza una mielografía de cisterna para establecer el
nivel superior del bloqueo e investigar la posibilidad de un bloqueo más alto
en la médula espinal. C. Estudios
de laboratorio El líquido cefalorraquídeo que se retira en la mielografía es con frecuencia
xantocrómico y tiene una concentración muy alta de proteínas con resultados
normales en el contenido de células y concentración de glucosa. _ Tratamiento Los tumores intramedulares se tratan mediante descompresión, excisión
quirúrgica (cuando es factible) y radiación. El pronóstico depende de la causa
y la gravedad de la compresión medular antes de la liberación. El tratamiento
de las metástasis epidurales incluye radiación, sin importar cuál sea el tipo
celular. También se administra dexametasona en dosis alta (p. ej., 25 mg cuatro
veces al día por tres días, vía oral o intravenosa, seguida de reducción
posológica rápida, según sea la respuesta) para atenuar la inflamación medular y
aliviar el dolor. La descompresión quirúrgica se reserva para individuos con
tumores que no responden a la radiación, o que ya se sometieron a radioterapia,
y para los casos en los que hay incertidumbre diagnóstica. El pronóstico a
largo plazo es malo, pero la radiación puede retrasar por lo menos el inicio de
una discapacidad mayor.
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